Cuando una persona se encuentra frente al trabajoso y costoso momento de intentar comprender algo, donde lidia con la dificultad de no entenderlo, con la equivocación que obliga a tener que volver a hacerlo; los sentimientos son más bien negativos que positivos; y éstos, aumentan de manera paralela respecto del grado de dificultad que presente la tarea.
¿Dónde se encuentra el disfrute o placer por el aprender?, al final del recorrido; en el momento en que se logra comprender o resolver una situación. El sentimiento positivo surge una vez finalizado el proceso de aprendizaje y esa sensación gratificante de “haberlo logrado” es la que mantiene las fuerzas y energías necesarias para sostener el momento de aprender.
Los profesores funcionamos, desde nuestra intervención, como andamiajes que acompañan el momento arduo de aprender, un andamiaje que soporta la dificultad de aprender pero que no pierde nunca de vista que, al final del camino, está la satisfacción de sentir “lo hice, pude hacerlo, lo entendí, puede resolverlo” y esto marca una diferencia entre cómo me veía y consideraba antes de este logro y cómo me considero ahora. (Cazden)
Algo cambió, y si algo cambió en la manera cómo el otro pueda considerarse un mejor estudiante, es que estamos haciendo un buen trabajo.(Alonso Tapia)